2022 pasará a la historia como el año en que comenzó la guerra en Ucrania, con todos sus efectos negativos derivados. El año en que la inflación en España alcanzó sus cotas históricas más altas, dejando los precios de los alimentos, los combustibles y la energía por las nubes. El año que supuso el final de la trágica pandemia de COVID-19 iniciada en 2020, transformada ya en un virus más con el que tendremos que convivir a partir de ahora.
Comenzamos su andadura con la esperanza de la recuperación pospandemia y lo terminamos inmersos en una crisis económica. En los últimos meses, la población española ha tenido que lidiar con la subida de las hipotecas y la cesta de la compra cada vez más prohibitiva. Muchos, haciendo malabares en el supermercado, y con los radiadores apagados para intentar reducir la factura de la luz y el gas.
Este contexto complejo ha dado lugar a un número creciente de familias que necesitan ayuda para llegar a fin de mes. Han aumentado las personas en situación de vulnerabilidad. Y junto a la pobreza alimentaria, se ha introducido en la conversación mediática el concepto de pobreza energética.
Todos volcados con Ucrania
Una vez más, la sociedad española ha estado a la altura de las circunstancias y se ha movilizado para hacer frente a las principales adversidades. La invasión de Ucrania por parte de Rusia, en el mes de febrero, provocó una situación de emergencia humanitaria que desencadenó una avalancha de solidaridad.
En un primer momento, las ONG se volcaron para conseguir productos de primera necesidad que enviar a los refugiados. Las empresas, los colegios, los supermercados, cualquier entidad recaudaba material humanitario para donarlo, con un cierto desorden solidario. A continuación llegaron las iniciativas para reubicar y acoger a los ucranianos desplazados. Algo en lo que siguen trabajando muchas entidades no lucrativas diez meses después.
La situación de emergencia continúa
Lamentablemente, las consecuencias de las grandes catástrofes no terminan de un día para otro. Por eso, no debemos olvidar que la emergencia continúa, a pesar de que ya no llene todos los titulares de los medios de comunicación. Y las necesidades de las víctimas del conflicto prevalecen, por lo que nuestra ayuda sigue siendo fundamental. Es importante que nuestra colaboración se extienda a medio o largo plazo, para seguir ayudando a estas organizaciones a desempeñar su importante papel.
Entre los consejos para donar en situaciones de emergencia, en Fundación Lealtad siempre recomendamos canalizar la ayuda a través de ONG con experiencia. Son entidades que conocen las zonas de conflicto o de catástrofes naturales o humanitarias, así como su contexto social y político. Y son capaces de moverse con rapidez para establecer prioridades y dar una respuesta urgente a las necesidades más apremiantes.
Un millón más de donantes que en 2020
Sin duda, la sociedad española es solidaria. El último estudio de la Asociación Española de Fundraising (AEFr) sobre el perfil del donante en nuestro país revela que en 2022 hay un millón más de personas que han donado a una causa social, frente a las que había en 2020. Son 15,9 millones de españoles, casi cuatro de cada diez (el 39% de la población), los que han colaborado económicamente con alguna entidad no lucrativa.
Pero como decíamos, es esencial que esa colaboración se extienda en el tiempo, más allá del estallido de la situación de emergencia. Solo así contribuimos a la sostenibilidad del Tercer Sector, para que pueda seguir apoyando y dando cobertura a quienes más lo necesitan.
Captación de fondos
Y eso que con muy pocos recursos, las ONG son capaces de conseguir grandes cosas. Y han sabido adaptarse a los nuevos tiempos para, tirando de ingenio, utilizar la tecnología y los nuevos canales digitales a su favor para lanzar sus campañas y captar más colaboradores. Incluso cada vez surgen más iniciativas que facilitan la donación online, para que colaborar sea lo más sencillo posible (siempre que se garantice la máxima seguridad en las transacciones).
La captación de fondos es crítica para el Tercer Sector, como lo es ganarse la confianza de la sociedad. Creer en estas organizaciones, en que van a destinar nuestro dinero a cumplir con su misión, es lo que nos mueve a colaborar con ellas. Y para ello, deben llevar a cabo una gestión basada en las buenas prácticas y en la transparencia.
Interés creciente por una gestión de calidad
Este año, en Fundación Lealtad hemos observado que las ONG españolas siguen profesionalizándose y apostando por hacer las cosas de una forma seria y rigurosa. Prueba de ello es que hemos acreditado a 31 nuevas organizaciones, que han obtenido el Sello Dona con Confianza, validando así su garantía de buena gestión. Y hemos cerrado el año con 258 ONG Acreditadas, lo que supone un incremento de un 11% con respecto a 2021.
Además, como cada año, hemos trabajado con alrededor de 550 entidades no lucrativas en sesiones formativas y divulgativas. Las ayudamos a entender los 9 Principios de Transparencia y Buenas Prácticas, y las asesoramos para que sean capaces de integrarlos en su día a día. Pero si lo hacemos, es porque ellas muestran interés por aprender a hacer las cosas cada vez mejor. Y eso es motivo de orgullo para quienes valoramos y reconocemos la importancia del Tercer Sector en nuestra sociedad.
Proteger a quienes protegen
En estos tiempos de incertidumbre, en los que la vulnerabilidad aumenta, sobre todo entre determinados colectivos sociales, la solidaridad es esencial. Y para que su engranaje funcione necesitamos tener un Tercer Sector sólido y bien gestionado. Una ciudadanía empática y generosa que se implique en las causas sociales. Y un Estado que proteja a quienes protegen a los demás. Que dé facilidades a estas organizaciones de las que depende la vida de tantas y tantas personas.
Confiamos en que, en el año que comienza, entre todos consigamos que nuestras ONG puedan seguir cumpliendo su misión, y siendo ese importante soporte que llega donde otros no llegan.
Desde Fundación Lealtad, os deseamos un feliz y solidario 2023.